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viernes, 6 de abril de 2012

EL MERCADER DE VENECIA DE WILLIAN SHAKESPEARE

Hay un villano en esta obra: el judío Shylock, contrapuesto al caballero cristiano Antonio. El primero es vilipendiado por su religión y por su oficio de prestamista, el otro es querido y respetado por su clase y generosidad. Son dos mundos diferentes, y se odian justamente por ser diferentes. Cuando la fatalidad irrumpe, Shylock se transformará en una bestia menos que humana al exigir con fiereza su fianza de una libra de la carne de Antonio, pero lo que le azuza es el rencor haber sido burlado y maltrado sin causa, cuando no podía defenderse. Shylock es un personaje al que no se le puede odiar como lector de la obra; los agravios que sufre son reales, su situación de extranjero y de ciudadano de segunda le ponen en una dura situación. Bien es verdad que se le presenta como un usurero, pero un usurero que ha producido una hija discreta y bella, Jessica. Sin embargo se deja llevar por la pasión de la venganza hasta un límite de pedir la justicia extrema Enmarcada en la Venecia del siglo XVI, esta eterna comedia dramática de Shakespeare sigue el destino y la fortuna de un grupo de nobles cristianos y de su relación con el prestamista judío Shylock. Antonio acepta dinero prestado de Shylock para ayudar a su joven y arruinado amigo Bassanio a conquistar la mano de la bella Porcia Enojado por los insultos que le profiere Antonio, Shylock deja muy claras las condiciones que se deberán cumplir en caso de que aquél se demore en el pago del préstamo. Cuando los negocios de ultramar de Antonio se van a pérdida por culpa de una tormenta, Shylock se enfurece todavía más pues su hija se ha fugado con un cristiano. Al no devolvérsele el préstamo, Shylock reclama que se le resarza con una libra de carne del propio Antonio. Cuando, con desespero, Bassanio trata de evitar este destino reservado a su amigo, sobreviene la ayuda milagrosa de alguien inesperado. La lección que se nos da Shakespeare aqui es que la piedad es el mejor ornato de la persona, y la lección para el mundo actual está en buscar, en los conflictos, una solución que todos puedan asumir, que no será generalmente la estricta justicia: habrá que tener un equilibrio entre lo que se exige y lo que se puede dar.

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